jueves, 19 de noviembre de 2015


GUÍA 5. HERRAMIENTAS DE APRECIACIÓN: DEL TIEMPO EN EL ARTE Y LA MEMORIA



ACTIVIDAD 2. REFLEXIÓN META-COGNITIVA.

La música es el arte de los sonidos en su propio tiempo.    
                                                                                                    


La división tradicional de las Bellas artes clasifica a la música en las artes dinámicas y del tiempo, aquellas que existen al transcurrir de este. Históricamente la música es una manifestación creativa social y cultural. Su grado de abstracción parte de las matemáticas,  la lógica y elementos reales.  La percepción de este arte, no depende únicamente de la estricta partitura, sino también de la habilidad y fidelidad interpretativa, los instrumentos y su ejecución, llevándonos a sentirla como un arte viviente que se recrea y presenta en diversos momentos de manera espiritual y universal y se comunica con lenguaje propio gracias al poder de abstracción. Esto la diferencia de la relación que se establece entre el artista de una obra plástica y su espectador. Maneveau, (1993) nos dice al respecto que la música a diferencia de otras artes se inscribe en una duración característica que llega a compartir con el lenguaje. Un concierto musical implica una maraña compleja de actores que deben involucrar importantes funciones en el mensaje que el compositor transmite al público siendo según Adriana Bolívar en “Análisis del diálogo”  los eslabones de los extremos en una cadena en la que interactúan múltiples actores y el producto de esta comunicación musical, no es la partitura sino la obra producida en escena.


Para entender música y determinar la importancia del tiempo en su desarrollo, se necesita conocer elementos fundamentales que la componen en su esencia; sonidos y ritmo, siendo el sonido el aspecto más importante de la música y el ritmo, la expresión de movimiento que tanto en la música como en la vida, es entendido como una distribución de la duración del sonido en el tiempo y en el espacio, una regulación de sonidos y silencios en unidades métricas que han sido previamente establecidas. Concebir la idea de vida sin estos movimientos repetitivos es imposible porque están presentes en la naturaleza de forma interna y externa, fundamentales y determinantes. Los ritmos biológicos, ritmo cardiaco, pulsaciones y fases del sueño y en el caso de la música determinan su carácter relajado o dinámico. Allí depende de compases que muestran como, a mayor velocidad, la música es más estimulante. En una composición es la pauta de repetición de sonidos fuertes y débiles en intervalos regulares o irregulares, siendo la base que mantiene un orden y un equilibrio, imponiendo sentido  de tiempo y espacio a otros elementos como melodía, armonía y matices. Anotamos que por convención histórica, la mayor parte de las expresiones que indican el manejo de tiempos y movimientos en las partituras son en italiano como “allegro” “adagio” “presto”. Escuchar una obra y su desarrollo en el tiempo permite percibir su forma. A diferencia de la concepción de otras formas artísticas, la musical se inscribe en el tiempo. Se puede confundir con estructura de la audición en la que la percepción es diferente  en el compositor y el oyente, dependiendo de la duración y dando a la obra unidad formal como la sonata o la sinfonía. Esta es su concepto y a su vez, la creadora de la unicidad de la obra. El pulso como el compás es una unidad básica que mide tiempos y los divide  en partes iguales de manera regular. Su velocidad puede variar con los cambios de tempo. Influye en conceptos como ritmo, tempo, métrica y compás siendo el orden repetitivo más ordenado donde se reconocen unidades rítmicas. Se tiene presente al compás como una unidad superior en la que se agrupan varios tiempos y se clasifica según la cantidad de tiempos desarrollados. La combinación de diferentes duraciones representadas en las notas musicales configura el ritmo. La duración de cada nota se indica por medio de unas figuras que integran un sistema de equivalencias de valores de tiempo que también mide los silencios.


La importancia del tiempo en la música la menciona el Teólogo suizo Hans Balthasar en esta  metáfora musical: «Demos confianza al tiempo. El tiempo es la música; y el dominio de donde ella emana, es el porvenir. Compás tras compás, la sinfonía se engendra ella misma, naciendo milagrosamente de una reserva de duración inagotable». Encontrado en Wikipedia. Por su parte David Throsby (2001) Plantea una hipótesis en la que el tiempo empleado le produce al artista su valor cultural, y por ende a la obra.  No obstante surge una duda al ver que muchas veces el proceso de idear, planear y ejecutar pueden desarrollarse simultáneamente o fusionando sus tiempos creativos. En el caso de estas obras el tiempo de producción se refleja en su valor cultural intrínseco.


Tres grandes compositores muestran la importancia del tiempo en la música en su producción, estructura musical y desarrollo. Genialidades de diferentes entornos históricos, su gran valor cultural se refleja en la vigencia de la memoria colectiva en nuestros días. Esta selección es: "Las Cuatro Estaciones" de Antonio Vivaldi, la “Misa de Réquiem” de Wolfgang Amadeus Mozart y  La Sinfonía 9 de Ludwig van Beethoven. A través de la música conocemos las emociones del hombre de una manera diferente a las ciencias con un sentimiento de placer hedónico que le puede llevar a producir. Estas obras musicales coinciden en una gran semejanza que consiste en ser  grandiosas gracias al manejo de los tiempos y movimiento en su composición generan placer constante en el oyente y a pesar de estar vigentes en la memoria colectiva de las personas y de que hoy en día puedes a acceder fácilmente a ellas no te cansas de escuchar y disfrutar cada nota en lo cual refutan a Gossem, (1983) al hacer referencia al texto” La medida de todas las cosas” de Pinnock. Donde menciona una satisfacción suplementaria debido al consumo de un bien que disminuye a medida en que el consumo de este bien aumenta. Con características propias que se describen en los siguientes párrafos.


"Las Cuatro Estaciones" de Antonio Lucio Vivaldi.


Son cuatro de varios conciertos publicados en Ámsterdam en 1725, titulados “Il Cimento dell’ Armonia e dell’ invenzione” con estructura formal de tres movimientos: Allegro (rápido), Adagio (lento) y Allegro (rápido). El primer violinista conserva las partes principales de la orquesta como el solista de hoy. Vivaldi describe su trabajo musicalmente citando en las partituras títulos descriptivos, movimientos y secciones clasificando los sonidos imitados en su obra. Los conciertos son descritos de acuerdo a las frases musicales. La distribución y anotaciones fuera de lo musical figuran en la partitura en comillas. Los sonetos se tradujeron casi literalmente manteniendo imágenes poéticas. La variación de la velocidad esboza cada una de sus escenas con pasajes. Algunos apartes de estos conciertos son: El primero, “Primavera”, de tres movimientos: Allegro, en 4/4, en Mi Mayor, Largo, en ¾ en Do # menor, Allegro, en 12/8, en Mi Mayor. Comienza con “Canto de los pájaros” donde los violines representan trinos de aves. Sigue la segunda fase; “El Pastor durmiendo“ y sucesivamente se va desarrollando en cada movimiento un tema específico. Los movimientos del segundo concierto, “Verano”, son: Allegro non molto, en 3/8, en Sol menor, Adagio, en 4/4, en Sol menor y Presto, en ¾, en Sol menor. Este concierto muestra al verano como una época triste donde su movimiento inicial “Languidez que da calor” es interpretado en figuras vacilantes y dóciles. El “Otoño”, consta de: Allegro, compás 4/4, en Fa mayor, Adagio molto, en compás de ¾, en Re menor, y Allegro, en compás de 3/8 en Fa Mayor. A pesar de la intención de Vivaldi este concierto no parece representar la tormenta por lo festivo del movimiento “Baile y Canto de Campesinos”. El invierno comienza Allegro, non molto, en compás de 4/4, en Fa menor, Largo, en compás de 4/4, en Re bemol Mayor, Allegro, en compás de 3/8 en Fa menor. Se impone el dramatismo en los versos en los que el hombre y los elementos pugnan y por medio de acordes de corcheas interpreta esta bella frase:” temblar, aterido, entre álgidas nieves”.


La Misa de Réquiem en re menor, K. 626.


Es una obra  de Wolfgang Amadeus Mozart de carácter religioso, basada en los textos latinos para el réquiem, de duración aproximada de 60 minutos. Es la última misa de Mozart en 1791, quien murió antes de terminarla. Encargada este año por el conde von Walsegg quien anticipó la mitad del precio convenido, por lo cual Constance Mozart buscó subcontratar la terminación a su nombre para cobrar el saldo. El primero de los fragmentos, el “Réquiem” (Adagio) y el siguiente; el "Kyrie" (Allegro) fueron terminados por Mozart. Los demás parecen elaborados por Süssmayer según esbozos de Mozart, indicio de la autenticidad del diseño metódico y de sus principales intervenciones instrumentales. Partes como el "Benedictus" parecen totalmente de Süssmayer, siguiendo el estilo de su maestro Mozart. La instrumentación se considera sobria al excluir instrumentos de viento destacándose los de cuerda como "corni di basseto”. Tiene pasajes llenos de carácter, fuertes y dramáticos como el “Dies irae” y otros melancólicos y sublimes como el “Lacrimosa”. La construcción del periodo melódico en su carácter brinda grandes posibilidades  destacadas en las diferentes voces que caracterizan la pieza. En los tiempos, la potencia expresiva y la belleza de la partitura, el "Introitus" y "Kyrie" se encuentran en la cima de la producción musical universal. Dividido en 7 bloques, algunos subdivididos en pequeñas partes, el Réquiem muestra la posibilidad de un manejo opcional  del tiempo porque todas tienen final y dependiendo de director e interpretación varía la duración de sus pausas. Los grupos interpretativos varían en las diferentes partes así: Introitus: Réquiem Aeternam (coro y soprano), Kyrie Eleison (coro), Sequentia: Dies Irae (coro), Tuba Mirum (soprano, contralto, barítono y tenor),  Rex Tremendae (coro) Recordare, Pie Jesu (soprano, contralto, barítono y tenor), Confutatis Maledictis (coro), Lacrimosa Dies Illa (coro), Offertorium: Domine Jesu (coro, soprano, contralto, barítono y tenor), Hostias (coro), Sanctus: Sanctus (coro), Benedictus (coro, soprano, contralto, barítono y tenor), Agnus Dei (coro), Communio: Lux Aeterna (coro).


 La Sinfonía nº 9 en re menor op. 125, también conocida como  "Coral".


Una de las obras más importantes, de la música es la última sinfonía de Beethoven; novedosa para su época por lo inusual de la introducción de percusión en su último movimiento es un final coral, hoy en día  símbolo de la libertad. La Sociedad Filarmónica de Londres en 1817  encargó la composición de la sinfonía. Beethoven comenzó en 1818 y la terminó a principios de 1824. Se  denomina  «Himno a la alegría» al cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven, poema de Friedrich Schiller An die Freude que se conoce como Oda a la alegría, modificado de forma ligera por Beethoven por motivos de ritmo y métrica. En la actualidad esta parte de la sinfonía es el himno oficial de la Unión Europea y el Consejo de Europa. Beethoven uno de los primeros músicos que viven de lo que venden componiendo,  representa el tránsito del estilo clásico al estilo romántico, al romper el esquema cerrado de las formas musicales y adaptarlas a esta incipiente libertad individual. Esta sinfonía, pieza musical compuesta para orquesta, tiene  una duración aproximada de 74 minutos marcando para siempre todos los géneros musicales, posee cuatro movimientos Allegro, Scherzo, Adagio y  Recitative. Determinante e innovadora en su época.


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